Durante años, los pantalones chupines dominaron el vestidor masculino. En Buenos Aires se volvieron un uniforme: ajustados, elásticos, negros o azul oscuro, combinados con zapatillas blancas y remeras básicas. Funcionaban porque estilizan, generan sensación de “control” visual sobre el cuerpo y prometen una silueta atlética.
Sin embargo, llegó un punto de saturación. Las chicas —y muchos chicos— empezaron a odiarlos por una razón sencilla: no respiran. El chupín no dialoga con la diversidad corporal ni con las nuevas sensibilidades de la moda. Se ve restrictivo, ansioso, poco natural. Más que un gesto estético, parece un intento desesperado de encajar.
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El error central del chupín masculino
El problema no es el pantalón en sí, sino el mensaje: un cuerpo comprimido para “gustar”, una masculinidad que todavía intenta ser aprobada por la mirada ajena. Cuando el outfit queda como una segunda piel, se pierde lo más importante: la actitud. Un chupín te viste; no te representa.
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La libertad de los pantalones anchos
El péndulo cambió. Hoy se imponen los pantalones amplios: rectos, baggy, wide-leg y cargos.
No es casualidad. La estética oversized propone otras emociones: relajación, comodidad y una masculinidad menos defensiva. Los cortes caen sobre la cadera sin asfixiar, permiten movimiento y generan una silueta que respira.
e adaptan tanto al chico alto y flaco como al más robusto. Funcionan con zapatillas chunky, borcegos o incluso mocasines si el resto del outfit lo balancea.
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¿Por qué a ellas les gustan más?
Las mujeres suelen leer la moda desde el gesto, no desde el molde. Un pantalón ancho habla de confianza: la persona no está escondiendo ni mostrando de más. Está cómoda. El oversize transmite calma y autenticidad.


El fin del “look apretado”
La moda masculina está atravesando una transición cultural. El pantalón ancho no es una tendencia pasajera: es un síntoma del cambio.
Se caen los outfits diseñados para “demostrar virilidad” y aparecen propuestas que privilegian el bienestar y la autenticidad. El chico que entra a un bar con un wide-leg no busca aprobación: ya la trae puesta.

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