Desde las pasarelas hasta los logotipos más reconocibles del mundo, el caballo ocupa un lugar central en la narrativa del lujo. No se trata de una elección estética casual: la iconografía ecuestre atraviesa siglos de historia occidental y sigue funcionando como un símbolo de estatus, tradición y poder.
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Las grandes casas de moda entendieron temprano que el lujo no se construye solo con materiales nobles, sino también con relatos. En Europa, especialmente desde la Edad Media, la equitación estuvo asociada a la aristocracia, al dominio territorial y al prestigio social. No cualquiera podía montar un caballo: era una práctica reservada a reyes, nobles y ejércitos de élite. Con el tiempo, esa relación se consolidó y el deporte ecuestre pasó a ser considerado “el deporte de los reyes”.
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Este vínculo histórico explica por qué marcas como Hermès, Ralph Lauren o Burberry incorporaron el imaginario ecuestre como parte estructural de su identidad. En el caso de Hermès, el origen es literal: la maison nació como taller de talabartería y su logo —un carruaje con caballo— remite directamente a ese pasado artesanal, donde el lujo estaba ligado al viaje, al tiempo y al savoir-faire.
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Otras firmas reinterpretaron el caballo desde una lógica más simbólica. Gucci transformó el horsebit (el freno del caballo) en uno de los códigos más reconocibles de la casa, elevándolo de objeto funcional a emblema de estilo. Ralph Lauren, por su parte, consolidó el polo como sinónimo de elegancia relajada y “old money”, reforzando la idea de herencia, tradición y vida al aire libre.
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Las pasarelas también contribuyeron a este imaginario. Escenas memorables —como modelos montando a caballo en desfiles de Chanel, o campañas protagonizadas por figuras como Gigi Hadid y Kendall Jenner— actualizan el mito ecuestre y lo trasladan a un lenguaje contemporáneo, donde el lujo dialoga con la performance, el espectáculo y la imagen global.
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Incluso fuera de la moda estricta, el caballo sigue funcionando como símbolo aspiracional. Marcas como Ferrari o Porsche utilizan el caballo en movimiento para representar velocidad, audacia y victoria, retomando una iconografía clásica asociada al triunfo y al poder.

En definitiva, el caballo no es solo un animal dentro del universo del lujo: es una metáfora. Representa dominio, elegancia, control y continuidad histórica. En un contexto donde las marcas buscan legitimidad cultural y profundidad narrativa, el imaginario ecuestre sigue siendo una herramienta poderosa para comunicar estatus, identidad y estilo de vida.
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