La pasarela que ya no sorprende
La Semana de la Moda de Nueva York solía ser el epicentro indiscutible del estilo global. Cada desfile era un espectáculo esperado con ansias, los front rows rebosaban de celebridades y los looks se replicaban al instante en todo el mundo. Hoy, esa sensación de sorpresa y exclusividad parece desvanecerse, mientras la ciudad y sus pasarelas buscan redefinir su relevancia en la era digital.
La cobertura mediática ya no tiene el mismo brillo: según Vogue Business, el valor de la cobertura orgánica cayó casi un 50 %, reflejando cómo la saturación de contenido y el auge del street style transformó la atención del público. Ahora, no solo importa la pasarela, sino quién aparece en Instagram o TikTok con un look memorable, mientras las marcas buscan viralidad inmediata y los micro-influencers compiten por protagonismo.
Diseñadores en busca de nuevas estrategias
Nombres consagrados como Peter Do y Tommy Hilfiger han optado por explorar alternativas más estratégicas fuera de NYFW. Los desfiles, antes concentrados en Bryant Park, ahora se dispersan por distintos puntos de Manhattan. Esta diversidad espacial, aunque interesante, diluye la cohesión que alguna vez definió la Semana de la Moda.
Los costos de producción también son un desafío: montar un desfile puede superar los 300.000 dólares, sin contar iluminación, staff o transporte. Para marcas emergentes, esto representa un riesgo considerable, lo que las ha llevado a apostar por presentaciones digitales o cápsulas “see-now-buy-now”, priorizando la visibilidad online sobre la experiencia física.
Redes saturadas y la viralidad efímera
El consumo de moda se volvió instantáneo y digital. Los contenidos se filtran antes de los shows, los backstages ya no sorprenden y los eventos parecen más un espectáculo para las cámaras que un acto creativo. Críticos de Cultured Magazine señalan que:
“Se habla más de la fiesta, de los influencers y del street style que de la moda misma.”
Así, los diseñadores pierden protagonismo frente a la viralidad momentánea, y los shows de NYFW generan menos momentos memorables que en temporadas pasadas.
París y Milán como competencia
Mientras NYFW enfrenta estos desafíos, capitales como París y Milán mantienen su aura de exclusividad. Cada desfile allí combina espectáculo, storytelling y lujo, reforzando la identidad de la marca y generando momentos que permanecen en la memoria colectiva de la industria.
Mirando hacia el futuro
NYFW aún tiene margen para reinventarse. Reducir costos, consolidar locaciones, equilibrar la experiencia física con la digital y reenfocar la narrativa hacia la creatividad podrían devolverle la relevancia que alguna vez tuvo. La gran incógnita permanece: ¿podrá Nueva York recuperar su rol como epicentro global del glamour o deberá redefinir por completo su identidad en la moda contemporánea?